¡Atención! Este espacio es experimental, un taller de escritura. Aquí publico reflexiones, pensamientos, reseñas y demás.
Espero que leerlo le incite a formarse una opinión, antojarse de un libro o simplemente le haga pasar un momento agradable.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Candombe

Una fogata hecha de cartón rodeada de tambores en una esquina de Montevideo. Gente alrededor de los tambores en un rincón de Barrio Sur. El pequeño espacio por el que una cerradura oriental deja ver al otro lado de la puerta del tiempo. Sonoras carabelas de regreso al continente originario. Preludios semejantes se habrán dado miles de años antes en las praderas de Senegal o en las cálidas mesetas de Liberia. El calor despierta a los tambores de su letargo, les afloja el cuero.
Todos los domingos los antiguos barrios de los negros suenan a panal de abejas. Allá al oeste se escucha el ruido sordo; también al este, por Parque Rodó. Vibra el aire, suena a batalla o a fiesta. ¿Acaso los pueblos no despedían a sus guerreros con alegres fiestas y las mujeres con noches de pasión a sus amantes para que tuvieran fresca en su memoria la razón de ir a los campos de sangre? ¿Se habrán librado guerras con el barullo de la fiesta? Tal vez en las postrimerías de la muerte los hombres quisieron endulzar sus labios con el recuerdo que los tambores les traían. ¿Y si la música de la guerra debía ser también la de la vida?
Tambores delgados, otros tan abultados como barriles. En el candombe cada uno tiene su rol, se responden, se acompañan. La cuerda se introduce con un primer movimiento. Abre la música todos en círculo. De la fogata queda solo ceniza. El cartón se consume rápido. Terminada la cortina inicial, forman líneas, mirando todos hacia el mismo lugar, y avanzan. Caminan despacio pero azotan con rapidez el cuero. Rebotan las manos, sudan las sienes. El paso de procesión da tiempo al baile, un brinquito que en el cuerpo africano debió ser una tormenta. No se le puede pedir peras al olmo. Ninguno de los candomberos o de los espectadores es negro. Ninguno.
Se recorren varias cuadras, quizá quince o veinte, durante más de hora y media. Atrás los siguen unos, presiden otros bailando. El destino es una equina más, un círculo nuevo y antiguo en que se entra a bailar. No se goza, pero tampoco aburre. La herencia de los migrantes pudo ser así o pudo haber caído en el sopor de este clima húmedo subtropical. No creo en lo primero. Hay que verlos en Colombia batiéndose cual océano bravío con la percusión para comprender que el candombe duerme en medio de las suaves ondas del espíritu uruguayo.

martes, 11 de junio de 2013

La marihuana: desconocer es como el olvido

Hace poco alguien compartió en las redes sociales un artículo que me sorprendió del reconocido columnista de la revista Semana Antonio Caballero. Soltó el tono pesimista –comprensible dado el país que tenemos– y saltó a las lides del activismo cannábico. "Antonio Caballero fumó marihuana, ¡y lo acepta!" pensé. Muy importante esto último porque el lío actual con la planta se basa sobre todo en una hipocresía ya conocida por muchos. Digo, basta ver al presidente Juan Manuel Santos acercándole la nariz a un comprimido de 5 kilos de María y pensar que estudió en una universidad yankee en la década de los 70's para atreverse a leer su pensamiento: "la de Kansas en mi época estaba mejor".

Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos
Aquí en el Uruguay el porte y consumo de marihuana es legal. La producción no. Ya hace un par de años se está conversando sobre la legalización de la siembra para romper uno de los nidos del narcotráfico –seguro el que es, por la abundancia de mercado, el más rentable en estas latitudes–. Aquí el que se fuma un porro no es estigmatizado, pues basta tener un dedo de frente para entender que la sustancia es nociva en la medida del uso que se le da.
Sin embargo, me da la impresión de que tanto aquí la defensa del consumo o, en genérico, de la libertad, como en la columna de Caballero, se trata a la marihuana quizá de forma ingenua. En el Uruguay, los promotores de la planta la volvieron símbolo de progreso, de "aquí respetaremos los gustos de todos". Caballero dice en su columna "el uso de las drogas, que liberan, ha sido calificado por las autoridades como un delito, como una enfermedad". Yo comparto ambos postulados: nadie puede pretender decidir sobre nuestro cuerpo y, mucho menos, criminalizar la decisión soberana de utilizar una sustancia que nos permita explorar nuestra conciencia. Su moral no será nuestro yugo, los límites de sus placeres no serán nuestra prisión.
La marcha por la legalización en Montevideo, el pasado mes
de marzo, convocó a una multitud de personas.
Foto: Santiago Mazzarovich 
La ingenuidad que menciono radica en dos problemas que veo a la apología de la hierba y a su impulso legalizador. Primero, hay un discurso romántico de que el cannabis abre otras puertas, todas buenas. Yo no creo eso. Aunque ciertamente no sabemos los efectos reales de los distintos tipos de consumo, mi experiencia personal y social me permite decir que muchas veces se levantan cerrojos que pueden llevar a problemas de salud, de motivación, de concentración o memoria, de pereza y estancamiento. Aquello está relacionado, posiblemente sea un epifenómeno, con el segundo problema: parece aceptarse sin discusión que el consumidor es responsable, lo cual es imposible dada la circunstancia de oscurantismo que rodea a las drogas. La mayoría de jóvenes no tenemos información suficiente puesta en los canales adecuados para tomar decisiones responsables. La ignorancia es un problema de la sociedad y este caso cabe ahí. Son las instituciones del Estado, pero sobre todo la principal Institución, la familia, las que deben combatirla. Pero en éstas están enquistadas la ignorancia y la hipocresía. Cierre del círculo vicioso.
La política de legalización debe tener una antesala fuerte de investigación, de identificación seria de problemas en el individuo por el consumo, o más bien, por los tipos de consumo, y de difusión de lo encontrado. El respeto a la libertad no puede reducirse a liberalizar, debe ampliarse al enseñar. ¿Será conveniente lanzar la marihuana al mundo de los productos sin una preparación previa de las mentalidades y las conciencias sobre su utilización? ¿Debe dejarse que la ignorancia sea la brújula de los crecientes nuevos consumidores?
 

Habrá que superar el "dicen" por otro tipo de conocimiento al respecto. 





jueves, 9 de mayo de 2013

Un chofer el timón de Venezuela

Hace un par de días Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, visitó Montevideo para firmar unos acuerdos de cooperación con el gobierno de José Mujica. Durante la visita recibió las llaves de la ciudad de manos de la intendenta, sorprendió al manejar su propio vehículo y visitó una central sindical, entre otras cosas.
Dado el poco seguimiento que hago de las noticias uruguayas no supe mucho al respecto. Me enteré antes de entrar a clase por unas compañeras que comentaron estar considerando faltar esa noche por ir a verlo. No lo entendí.
En general, si no te interesas específicamente por conocer algo sobre Venezuela y su proceso político autónomame
nte, te quedará la sensación de que allá las cosas no están bien. El causar esa sensación es el fin último de los medios de comunicación como instrumentos de propaganda y adoctrinamiento político. Te quedas con el Maduro chofer, el arrimado de Chávez, el presidente ilegítimo o el dictador, porque de eso sí que hablan las grandes pantallas de la información.
Yo soy víctima. Como que he sentido tanta hostilidad de los medios, replicada por las personas, por ejemplo, en las redes sociales, que inconscientemente se me estaba dibujando un imaginario que se estrelló con la pared de la realidad: no sé nada sobre el Heredero. Fue cuando quise argumentar el porqué no me parece que Maduro se haya ganado que mis compañeras lo consideren un líder de izquierda loable de ser ido a ver. No supe qué decir sobre su trayectoria, más allá de la realidad que me hace seguir pensando que todavía no es alguien a quien iría a ver: él llega a la presidencia a la sombra de un proceso político en el que el grueso de las decisiones fueron tomadas por otro, Chávez. Sí, es fiel al corazón ideológico del chavismo –por algo fue electo–, pero eso no lo diferencia de millones de otros. En resumidas, Maduro no ha tomado decisiones relevantes, pero está empezando a hacerlo.
El héroe griego Hércules luchando por capturar al Can Cerbero
de Hades en sus doce penitencias  
No lo considero un ícono actual de la izquierda porque apenas está a punto de gobernar. ¿Es prudente asumir desde tan temprano que su gobierno será tal que él ya es personalidad? Por ejemplo y manteniendo las debidas proporciones, ¿Es Juan Manuel Santos en Colombia el heredero que los uribistas esperaban?
Investigué un poco sobre el nuevo presidente y aquí hay algunas datos que puedan ser de interés: desde muy joven militó en la liga socialista; fue presidente del sindicato del Metro de Caracas y, como tal, integró su junta directiva; diputado de la Asamblea Constituyente que expidió la Constitución de 1999; diputado de la Asamblea Nacional y presidente del Parlamento. Sin embargo, sus grandes logros, a mí parecer, los obtuvo como Canciller de Venezuela, en donde planeó y ejecutó desde 2006 la vasta política exterior venezolana, midiéndosele al Can Cerbero internacional de los conglomerados de la información y a los enemigos de nuestro pueblo. Ahh... y fue bajista de un grupo de rock. Ahí les dejo una de sus canciones.


miércoles, 1 de mayo de 2013

"Mamá, me pido a Escobar"

Iba caminando por la importante avenida 18 de Julio de la ciudad de Montevideo, cerca a la Intendencia municipal. Linda noche otoñal bendecida por un paro en el agreste viento que caracteriza por estos días a la capital del Uruguay.
Un niño caminaba detrás de la madre, que conversaba quizá con su hija mayor y no prestaba atención al imperioso llamado del impúber. "Mamá... mamá", llamaba el niño, tal vez de 10 años. Me pareció extraño que la señora que iba adelante suyo, quien yo supuse que era su madre, no volteara. Me enganché en el suceso. Una cuadra más adelante el niño continúa el llamado, pero esta vez llega hasta donde la madre y le hala el brazo: "Mamá, ¡me pido a Escobar!". Abrí los ojos: ¿Qué? Esto es demasiado.
Bueno, la mayoría de colombianos no lo saben, pero en el Uruguay están muy a tono con las megaproducciones televisivas colombianas. El canal Monte Carlo transmitió Escobar, el patrón del mal mientras en colombia todavía no había terminado la serie, y recientemente comenzó a transmitir Tres caínes en horario nocturno dos veces a la semana. Parece también que antes de mi llegada la pantalla chica uruguaya le presentó a sus televidentes producciones como El capo o El cartel de los sapos. 



Ya no me extraño cuando los orientales, al saber de mi nacionalidad, me vinculan con mafias, narcotráfico, muerte y corrupción. En las conversaciones con ellos es común que pregunten por tal o cual suceso, por Rodrigo Lara Bonilla, por ejemplo, o que tengan la noción de que Colombia vive en una anarquía de violencia. Y más grave aún es que la mayoría desconoce cuestiones básicas del país como más o menos cuántos habitantes tiene o con qué naciones comparte fronteras.
Algunos programas de televisión que tanto beneficio económico le están significando a dos organizaciones privadas –entiéndase los canales RCN y Caracol– están regando por el continente un desolador imaginario del país y de sus habitantes. ¡Nos están transmitiendo como una horda de mafiosos! Los extranjeros no tienen por qué creer otra cosa si eso es lo que se está comunicando al mundo.
Frente al paupérrimo control que el Estado colombiano ejerce sobre los canales privados de televisión, mi pregunta es: ¿Debe una nación de 45 millones de almas permitir que su 'comunicación externa' con otros pueblos esté mediada por el interés rapaz y mercantilista de un par de empresas de comunicación? Además de sufrir la inmoral manipulación de la información y de la opinión pública que desde sus primeras emisiones por allá en 1998 ejercen, ¿tiene la sociedad colombiana que ser manoseada en su buen nombre y honra? ¿El derecho al buen nombre que ampara al individuo no se extiende como un derecho de la sociedad en su conjunto?
La cuestión incisiva es si un grupo de personas que son representadas por un Estado no deben imponer restricciones serias al poder desbocado de comunicar en nombre de todos de un par de organizaciones. ¿Cuántos niños más en Latinoamérica tienen que 'pedirse' a Pablo Escobar para que entendamos que lo que estamos sembrando en materia de imagen país es abominable?

martes, 26 de marzo de 2013

Pasquín # 1: Recuerden


Los acontecimientos infortunados que le dieron nombre a esta nación. Ya no soportan un análisis más. La esperanza de Colombia ha sido sometida al más íngrimo rincón de las estadísticas y los presupuesto, se hace evidente a todos los ojos que la realidad superó cualquier estudio.
El poder del Estado ha tomado formas que no debe adquirir, sólo debe cumplir la función de garantizar su existencia y moral funcionamiento, me refiero con esto a que el Gobierno ha tomado partido en los medios, en el sector financiero, el poder legislativo; como consecuencia, el estado de opinión, pilar de las democracias constitucionales, es ahora un estado de facto encubierto en las postrimerías del desarrollo y el funcionamiento de las instituciones.
El año pasado el sector financiero obtuvo en ganancias recaudadas el segundo PIB más alto de la nación sólo superado por la nación (34,2 billones de pesos, con tazas de tributación menores a un dígito1. Este exabrupto político y económico es evidente que no nos permite avanzar en una distribución más justa de la riqueza.
Por otro lado, el poder ejecutivo tiene el dominio absoluto del congreso, es dictador a capa y corona. Las voces del congreso son “EL GOBIERNO RECOMIENDA VOTAR”, la deliberación es un asunto puesto en abandono, por si no bastara con llevar a la nación a las condiciones jamás vistas de injusticia y ausencia de dignidad humana. Agradezcan a quien les recuerde amar la libertad pero recuérdenle que sin dignidad es absolutamente injusta. 


Por: Juan Pablo López Mejía

1. http://www.portafolio.co/economia/ganancias-del-sistema-financiero-colombia

sábado, 16 de marzo de 2013

Una grata sorpresa


Durante los días 14 y 15 de marzo participé en el Encuentro de Redes Universitarias sobre Nuevo Pensamiento Latinoamericano en Desarrollo, organizado en el precioso paraninfo de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República del Uruguay.
Sorpresa grata me llevé al encontrar siempre en la mesa de ponencias personas preparadas y al mismo tiempo tan humanas. Esto, en el sentido de una consciencia general al respecto de la necesidad de hacer de las naciones y sus instituciones procesos íntimamente vinculados con la sociedad civil en su conjunto y no, como sucede en Colombia, casi en exclusivo con la egoísta oligarquía.
Tal parece que en el Cono Sur se está forjando una praxis distinta de revaluación del modelo neoliberal, muy rentable económicamente para algunos pero transgresor directo del bienestar general y de valores solidarios.
El Rector de la UdeR, Rodrigo Arocena, inauguró el encuentro con ideas que nunca oí proferir a persona alguna en un cargo de poder en Colombia. Enfatizó los problemas del actual sistema mundial sin eufemismos, refiriéndose al secuestro de la democracia estadounidense y global por la el sector financiero, así como a la inconveniencia de que esos capitales hayan capturado el conocimiento y el avance de la técnica.
Los ministros de Desarrollo Social e Industria y Energía del Uruguay, Daniel Olesker y Roberto Kreimerman, expusieron el predominio de la justicia social en el modelo de Estado que se pretende instaurar después de la aguda crisis de comienzo de siglo resultado de recetas económicas importadas.
La coordinadora del PNUD, Susan McDade, el rector de la Universidad del Mar del Plata, Francisco Morea, y el Coordinador de Centrales Sindicales del Cono Sur, Marcelo Abdala, insistieron en que la universidad tiene que ser autónoma, co-gobernada y formadora de ciudadanía, independiente de imposiciones políticas del gobierno de turno y siempre libre de expresarse. “La universidad es el lugar de formar, expresar y debatir sin miedo cualquier idea”, terminó por decir el rector Arocena.
En esta parte del continente los dirigentes académicos, gremiales y de gobierno parecen representar las ideas de sociedad y de universidad que los colombianos reclaman a los oídos sordos de quienes los gobiernan para sí, imponiendo ilegítimamente su visión de nación. Quizá sea de mucha utilidad para el país respirar la nueva brisa que sopla por estas latitudes.  

viernes, 8 de marzo de 2013

"Se murió Chávez", apareció en el celular

"Se murió Chávez" fueron las palabras que aparecieron en la pantalla del celular. Quedé sin aire. Un espasmo rotundo recorrió mi cuerpo y se alojó en mi garganta, hasta donde sentía el latido de mi corazón. Salí apurado, llevado por un desconsuelo que me arrastró hasta la embajada venezolana en Montevideo, queriendo largar un grito que apretaba entre los dientes. La calle que esperaba agitada, coronada por banderas y pancartas, parecía no haberse enterado del suceso. Estaba yo solo ahí, agarrado a un poste, viendo a los periodistas preparar sus notas.
Lloré de dolor para no ahogarme en el grito. Lloré mirando la bandera estrellada. Lloré sintiéndome tan solitario en mi dolor.
Un hombre de baja estatura se me acercó.
– "¿Esta es la embajada de Venezuela?", preguntó.
– "Sí señor. No parece, ¿cierto?", contesté.
– "En mis tiempos los jóvenes salíamos a la calle a marchar por cada suceso. Siempre nos daban palo, pero no parábamos de salir".
Conversamos sobre la sorpresa compartida. Nos preguntamos por en dónde estaban los partidos de izquierda, los militantes, los estudiantes, los venezolanos.  
– "Estamos aquí representando a millones usted y yo", dije. Afirmó con la cabeza.
Me contó sobre los tupamaros y de que presenció el asesinato por parte de sus integrantes de un agente extranjero que llegó a entrenar a los militares del régimen. Habló de los desaparecidos, de los torturados y de la lucha de algunos por no doblegarse al statu quo.
Nos animamos a entrar en la embajada, donde había más gente. En particular, militantes del chavismo. Una mujer de avanzada edad, identificada en su camiseta como del "Comité para el fortalecimiento del poder popular", era quien más estaba afectada.
Después de sentarme con mi acompañante casual a ver el cubrimiento de Telesur durante casi una hora, decidimos irnos. Había más gente en la calle en esos momentos cercanos a la media noche, pero no las que supongo que debieron haber estado.

– "Hasta luego" me despedí. "Ponga esa semillita en tierra y échele agua. No la deje morir".

Me fui hecho un remolino de expectativa. ¿Qué le depara ahora a Latinoamérica?
Del señor no sé el nombre, pero sí la edad: 70 años. Además, sé una cosa más: es un compañero.



¡Hasta siempre, comandante Chávez!